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Me encanta sumirme en el mundo de la escritura y es en este pequeño espacio que puedo dar a conocer mis tantas emociones.. Para saber de mi solo debes prestar atención a cada letra, a cada coma, este es mi pequeño mundo..!

miércoles, 26 de junio de 2013

John katzenbach: Maestro del Suspense Psicológico

John Katzenbach, nacido en 1950 en los Estados Unidos de América. Posee una larga trayectoria como periodista especializado en temas judiciales, trabajo que ha ido compaginando con la escritura.


Este escritor mantiene a sus lectores al borde de las líneas, a mi en lo particular me fascina como en una simple descripción de la vida cotidiana puede  mantenerte expectante. Un ejemplo de ello, es el primer libro que he leído: el psicoanalista. Quizás lo leyeron, o simplemente lo oyeron nombrar por un tercero, y les han dicho que es una historia fascinante. Yo puedo decirles que trata la historia de Frederick Starks, un psicoanalista que en el día de su cumpleaños numero 53 recibe una amenaza a través de una carta. El psicoanalista tiene 15 días para descubrir quien es el autor de las amenazadoras misivas  o deberá suicidarse, porque sino lo hace verá morir uno a unos sus familiares. Él no se va a encargar de matarlo. Cree que es un blanco demasiado fácil y que el hecho de matarlo seria aburrido, porque él vive una vida muy monótona.  He aquí la trama. 
John Katzenbach teje una trama en la que la relación entre médico y paciente aparece en forma inusitada, planteando un conflicto que resuelve magistralmente sólo cuando él lo decide, sin permitir al lector ni prever el desenlace de la historia ni abandonarla en ningún momento. Una novela de suspenso apasionante e inquietante, con muchas idas y venidas, muy coherentes con la historia en el hilo conductor del libro.
La novela se divide en tres partes: la carta amenazadora, El hombre que nunca existió y Hasta los malos poetas aman la muerte.

Para aquellos que no han leído nada de este maestro del suspense psicológico  que ha convertido al psicoanalista en un bett-seller y ha llevado muchas de sus obras al cine, la carta de la historia, para que ustedes mismos se interesen por la lectura de este famoso escritor.

Feliz 53.° cumpleaños, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte.
Pertenezco a algún momento de su pasado.
Usted arruinó mi vida. Quizá no sepa cómo, por qué o cuándo, pero lo hizo. Llenó todos mis instantes de desastre y tristeza. Arruinó mi vida. Y ahora estoy decidido a arruinar la suya.
Al principio pensé que debería matarlo para ajustarle las cuentas, sencillamente. Pero me di cuenta de que eso era demasiado sencillo. Es un objetivo patéticamente fácil, doctor. De día, no cierra las puertas 
con llave. Da siempre el mismo paseo por la misma ruta de lunes a viernes. Los fines de semana sigue siendo de lo más predecible, hasta la salida del domingo por la mañana para comprar el Times y tomar un 
bollo y un café con dos terrones de azúcar y sin leche en el moderno bar situado dos calles más abajo de su casa.
Demasiado fácil. Acecharlo y matarlo no habría supuesto ningún desafío. Y, dada la facilidad de ese asesinato, no estaba seguro de que me proporcionara la satisfacción necesaria. He decidido que prefiero que se suicide.
Suicídese, doctor.
Tírese desde un puente. Vuélese la tapa de los sesos con una pistola. Arrójese bajo un autobús. Láncese a las vías del metro. Abra el gas de la estufa. Encuentre una buena viga y ahórquese. Puede elegir el método que quiera.Pero es su mejor oportunidad.
Su suicidio será mucho más adecuado, dadas las circunstancias de nuestra relación. Y, sin duda, una manera más satisfactoria de que pague lo que me debe.
Verá, vamos a jugar a lo siguiente: tiene exactamente quince días, a partir de mañana a las seis de la mañana, para descubrir quién soy. Si lo consigue, tendrá que poner uno de esos pequeños anuncios a una columna que salen en la parte inferior de la portada del New York Times y publicar en él mi nombre. Eso es todo: publique mi nombre.
Si no lo hace... Bueno, ahora viene lo divertido. Observará que en la segunda hoja de esta carta aparecen los nombres de cincuenta y dos parientes suyos. Su edad comprende desde un bebé de seis meses, hijo de su sobrino, hasta su primo, el inversor de Wall Street y extraordinario capitalista, que es tan soso y aburrido como usted. Si no logra poner el anuncio según lo descrito, tiene una opción: suicidarse de inmediato o me encargaré de destruir a una de estas personas inocentes.
Destruir.
Una palabra muy interesante. Podría significar la bancarrota financiera. Podría significar la ruina social. Podría significar la violación psicológica.
También podría significar el asesinato. Es algo que deberá preguntarse. Podría ser alguien joven o alguien viejo. Hombre o mujer. Rico o pobre. Lo único que le prometo es que será la clase de hecho que ellos –sus seres queridos– no superarán nunca, por muchos años que hagan psicoanálisis.
Y usted vivirá hasta el último segundo del último minuto que le quede en este mundo sabiendo que fue el único responsable.
Salvo, por supuesto, que adopte la postura más honorable y se suicide para salvar así de su destino al objetivo que he elegido.
Tiene que decidir entre mi nombre o su necrológica. En el mismo periódico, por supuesto.
Como prueba de mi alcance y del extremo de mi planificación, me he puesto en contacto hoy con uno de los nombres de la lista con un mensaje muy modesto. Le insto a pasar el resto de esta tarde averiguando quién ha sido el destinatario y cómo. Así por la mañana podrá empezar, sin demora, la tarea que le espera.
Lo cierto es que no espero que sea capaz de adivinar mi identidad, por supuesto.
Así pues, para demostrarle mi deportividad, he decidido que a lo largo de los próximos quince días 
voy a proporcionarle una pista O dos de vez en cuando. Sólo para que las cosas sean más interesantes, aunque alguien intuitivo e inteligente como usted debería suponer que esta carta está llena de pistas. Aun así, ahí va un anticipo, y gratis.

La vida era alegre en el pasado:
un retoño y sus padres a su lado.
El padre soltó amarras, se largó,
y entonces todo eso se acabó.


La poesía no es mi fuerte. El odio sí.
Puede hacer tres preguntas que se contesten con sí o no. Use el mismo método, los anuncios de la portada del New York Times.
Contestaré a mi propia manera en veinticuatro horas. Buena suerte. Tal vez desee también dedicar tiempo a los preparativos de su funeral. La incineración es probablemente mejor que un entierro tradicional. 
Sé cuánto le desagradan las iglesias. No creo que sea buena idea llamar a la policía. Lo más seguro es que se burlen de usted, y sospecho que su altanería no lo encajará demasiado bien. Además, podría enfurecerme más; no se imagina usted lo inestable que soy en realidad. Podría reaccionar de modo imprevisible, de muchas formas malvadas. Pero puede estar seguro de algo: mi cólera no conoce límites.

La carta estaba firmada en mayúsculas: RUMPLESTILTSKIN.





AHORA ES SU TURNO DE LEER! Y SI LO HAN LEIDO ESPERO SU OPINION.. =)

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